Toca viaje. Y al final Salamanca ha sido la ciudad elegida para pasar el fin de semana. El regalo de una "noche con encanto" nos ha hecho elegir una ciudad que no estuviera muy lejos y que no conociéramos. Y la seleccionada ha sido: SALAMANCA.
A las 6:30h en pie y a las 7:30h de camino. Niebla, mucha niebla y un cielo con un tono que no pintaba nada bien. Pero debéis saber que siempre que me voy de viaje el cambio se torna azul y las nubes desaparecen por arte de magia.
Así que aunque al llegar al hotel estaba nublado y he cogido el paraguas por si acaso, la luz ha ido haciéndose un hueco entre las catedrales y a media mañana ya estaba despojándome de la bufanda, los guantes y echando de menos las gafas de sol.
Así que aunque al llegar al hotel estaba nublado y he cogido el paraguas por si acaso, la luz ha ido haciéndose un hueco entre las catedrales y a media mañana ya estaba despojándome de la bufanda, los guantes y echando de menos las gafas de sol.
La mañana ha estado llena de iglesias, monasterios, universidades, búsquedas de la RANA y del ASTRONAUTA, visita a la Plaza Mayor (igualita a la nuestra, en Madrid), y el puente donde El Lazarillo de Tormes era apaleado por su amo. Los jardines donde Calisto y Melibea tenían sus encuentros amorosos (Fernando de Rojas era un romántico), el café Novelty donde una estatua de Torrente Ballester está tomando café a tu lado.
Un recorrido literario donde cada esquina escondía una historia que contar. Pero también he tenido tiempo para un recorrido gastronómico.
Salamanca es una ciudad universitaria donde los estudiantes no pueden permitirse el lujo de gastarse mucho dinero y pueden comer por muy poco dinero, usar el "take away" como el Londres o pedir un sinfín de pinchos y tapas con cada consumición.
Los "huevos rotos", "crêpes de jamón y queso", "mini bocadillos de cualquier tipo de embutido" y el jamón serrano que esta de vicio.
Dieron la opción de cambiar la cena por la comida y así se hizo. Comida en el hotel: Ensalada de tomates cherry, queso de cabra, miel y bacon; variado de ibéricos, dorada con patatas panaderas en su jugo, profiteroles y siesta.
Un ratito para coger fuerza y de nuevo al centro. Esta vez le tocaba a la zona norte. A la espalda de la Plaza Mayor. Zona más comercial, tiendas que se pegaban a las iglesias.
Tan pronto te sentías en la Gran Via de Madrid como en el siglo XVI con La Celestina. En una mano un Capuccino "take away" y en la otra el plano.
Tan pronto te sentías en la Gran Via de Madrid como en el siglo XVI con La Celestina. En una mano un Capuccino "take away" y en la otra el plano.
Me hicieron un recorrido de sitios donde tomar algo además de elegir entre mil y un pichos. El primero fue Gastby (calle Bordadores). Estilo inglés, con aperos de la labranza, buena música, pintas y wifi. Ipad en la mesa y a escribir una parte del día.
La noche cayó y la ruta se tornó en un viaje de tapeo para cenar. Había que comprobar que verdaderamente Salamanca es un sitio de tapeo. Recomendación de "La Goleta" y no defraudó. Caña y pincho a elegir entre hamburguesas, salchichas con jamón y queso, mini bocadillos, tortilla, y todo un mostrador repleto de delicatessen. El otro bar típico es el "Chinitas" que os podréis imaginar cómo estaba porque no pude ni entrar.
Lo bonito de la ciudad es pasear de noche y ver todos los monumentos iluminados. La luz del día no les hace justicia comparado con los focos que bien imita a los destellos de la luna.
Ya era hora de volver al hotel y descansar. Al día siguiente aún esperaba el desayuno en el buffet.
El salón, como un gran banquete de boda, ofrecía una gran variedad de dulces y salados, panes, bollos,embutidos, huevos fritos, yogures, cereales, y todo lo que uno quisiera desayunar.
Y con pesar vuelta a Madrid. Lo cierto es que la niebla marcó el viaje y al entrar en Madrid el sol asomaba. Este fin de semana el tiempo ha dejado disfrutar de una ciudad que dar por hecho que volveré.
Gracias a los que han hecho posible que hayamos disfrutado el viaje. Mil gracias!!
Hasta pronto.