El día que mi amigo Raúl me llamó para que aceptara el reto de hacer un trail con él, acepté sin dudarlo.
Si la liebre, mi compañero de carreras y de fatigas, me dice de hacer algo doy por supuesto que sabe que soy capaz. Así que acepté.
Un año por delante para entrenar una carrera, que a primera vista ya sonaba dura.
Así que he estado toda el año entrenando con cambios de rutina, pesas, muchas pesas, y muchas ganas.
La verdad es que hasta que no llegó el momento no era consciente de lo que se me venía encima. Y aunque estaba expectante, siempre tenía la motivación de hacer algo diferente.
El fin de semana subimos a Cangas del Narcea. Se planeó una excursión saliendo de nuestra zona de confort junto a Luis, Raúl, Silvia y Amaia.
Fin de semana diferente junto amigos y parejas. Ellos venían para motivarnos, apoyarnos y darnos fuerzas. El apoyo logístico lo teníamos.
Llegamos a casa Agudín, casa rural en Muniellos, en el alto Narcea. Mary, la señora que la regenta es muy amable y siempre estuvo pendiente de todo. Los desayunos los preparó con cariño y pudimos saborear los frisuelos típicos y caseros. Un placer conocerla.
El viernes noche se pasó cenando en un asturiano. Pulpo, cachopo y sidra y muchas ganas de pasar un fin de semana diferente.
El sábado no pudimos contenernos en comer la fabada típica asturiana y el cachopo. Un paseo por el pueblo y conversaciones que siempre arreglan el mundo.
Llegó el momento y lo cierto es que no dejé que los nervios me cogieran. Más bien iba metalizada a sufrir. Sabía que iba ser durísima pero solo con el paisaje ya bastaba para disfrutarla.
Madrugón a las 6:40 de la mañana. Raúl y yo desayunamos, cogimos fuerzas; y Luis y Silvia nos acompañaron a la salida.
Nueve de la mañana y todos estábamos colocados en la meta. Pistoletazo de salida y a darlo todo.
Salvo un percance de organización todo se desarrolló genial. además el día acompañó con un tiempo perfecto y sol para disfrutar de los 1.700m de altitud.
La carrera no era como me imaginaba. Apenas correr, solo intentar no caerte, mantener el trote cuando el terreno dejaba y escalar.
Además, las personas de protección civil y de abituallamiento fueron un gran apoyo siempre animando y tirando de tu conciencia cuando las fuerzas ya estaban casi agotadas.
Nuestra meta era disfrutarla y así lo hicimos. Y aunque mi meta personal solo llegó a El Acebo evitando el descenso los últimos 7km (por si me mataba) para mí fue:
¡RETO CONSEGUIDO!
¡Mil gracias por este fin de semana!
Hasta pronto.